La historia de Dez

Después de tocar fondo, Dez (Escocia) le suplicó a Dios que no le dejara morir.

En ese momento emprendió un viaje que le llevó a Alpha.

De día trabajaba en una tienda y por la noche era portero de discoteca. Lo cierto es que solo trabajaba para poder pagarme la cocaína. La noche era un entorno violento y a un segurata solía pasarle de todo. Me ponía en la puerta y cada día recibía malos tratos, por ejemplo, algunas personas borrachas a las que no dejaba entrar a la discoteca me lanzaban pizzas.

Había mucho colegueo entre los seguratas de los clubes nocturnos. Nos picábamos para ver quién era más gracioso, fuerte, rápido o agresivo. Alguno que otro fardaba de poder dejar inconsciente a alguien de un puñetazo sin que lo pillara la cámara. En esa época, mi vida se basaba en dar puñetazos y despertarme en parques.

Mi vida era un círculo vicioso de violencia, drogas y alcohol del que no quería salir para sentirme bien. Una noche en la que todo sé que me vino encima, me encontré solo y con sobredosis.

En ese momento, a pesar de todo, pronuncié una oración en voz alta. No quería morir. Al día siguiente desperté y decidí no volver a tomar cocaína. Confié en mi propia voluntad para superar la adicción, pero tuve la intuición de que algo más había cambiado.

En el trabajo, aunque era muy extraño para mí, seguí conociendo gente cristiana. Había una mujer llamada Fiona que trabajaba en la misma tienda que yo durante el día. Me contó que era cristiana y eso me llamó mucho la atención. Recuerdo que la acribillaba a preguntas todo el rato.

Ella, en vez de molestarse, me compró una Biblia y me sugirió que intentara leerla. Me empezó a gustar y le pedí salir un par de veces, pero siempre me decía que no.

Fiona vivía su fe siguiendo las enseñanzas de la Biblia, y pensé que ahí podría encontrar algo que me sirviera para pedirle salir. Mientras la leía me daba cuenta de que Dios había estado en mi vida desde el principio, en mi lucha por superar la adicción a la cocaína, en la gente que había conocido y en la Biblia.

Después de aquello le pedí a Fiona que me llevara a la iglesia. Solo había ido una vez, de la que recuerdo haber quemado mis botas con el radiador que había debajo de un banco. Realmente no sabía qué encontraría allí.

Empecé a ir y escuché que iban a empezar un curso Alpha. Total, no tenía nada que perder, así que decidí probarlo.

Lo primero que pensé fue: “¡qué amable es la gente!”. Conocer gente con las mismas preguntas que tú era estupendo y me hizo reflexionar sobre la fe. ¿Cómo alguien podría perdonarme con todo lo que había hecho? ¿Por qué Dios perdonaría a alguien como yo? Con el paso del tiempo nos hicimos amigos y nos veíamos unos a otros como una familia. Era impresionante. Comíamos y reíamos en las sesiones, y sin duda fue eso lo que nos unió. Estas personas cambiaron totalmente mi opinión de los cristianos al compartir conmigo el mensaje de Jesús.

Alpha me mostró el verdadero significado del cristianismo.


«En Alpha mis dudas sobre la existencia de Dios se transformaron en una profunda convicción de saberme amado por Dios»


De ser un drogadicto violento he pasado a ser un hombre felizmente casado y enamorado. Fiona y yo nos casamos y estamos esperando un bebé.

Ahora organizo cursos Alpha para muchos tipos de gente, desde pandilleros hasta abuelitas, y veo cómo sus vidas cambian. Cada día es una aventura nueva.