Desde que recuerdo, fui educado en la fe cristiana, mis mejores recuerdos de mi infancia y también adolescencia los tengo dentro de mi colegio, el Santa Isabel, de San Isidro, en Buenos Aires. No es que sea mío, en el sentido literal, pero sí que todos los que pasamos por allí, dejamos un pedazo importante de nuestro corazón. En fin, terminé mis estudios, cursé en la universidad, y a los 22 me vine a España.
Aquí, me casé, formé una familia, y también me separé, todo ello en 10 años.
Desde que terminé mis estudios hasta que me divorcié, sin darme cuenta entré en una espiral negativa, en la que me fui alejando de la vida cristiana.
No caí en adicciones ni nada por el estilo. Simplemente dejé de prestar atención a lo que Dios o Jesús me decían. Deje de atender a María Auxiliadora, la cual SIEMPRE considere mi Madre. Empecé a sentir que estaba perdiendo el tiempo, el rumbo, el norte. Con ya 38 años, comencé a darme cuenta que estaba perdiéndome muchas cosas realmente importante.
Así que paré, reflexioné, me tragué mi orgullo y comencé a reconstruir mi vida, junto a las personas que más quiero. Mi familia, aunque dolida, me abrió de nuevo su corazón. Sé que soy un afortunado, dado que es difícil, hoy en día, las segundas oportunidades. Dentro de ese grupo de gente que volví a reencontrarme,
Vicky, un día, y a saber por qué, consideró que yo tenía que ir a unas cenas, donde se hablaba de la vida, la religión, la fe.
La verdad, no me atrajo de primeras, de hecho, fui más por acompañar a la madre de mis hijos que por motivos propios. Pensaba que me querrían enseñar a rezar, o a creer. Oí mucho de grupos de éste tipo, casi sectarios. Pero mi sorpresa fue mayúscula. Al llegar, vi todo preparado con mucho cariño. Me presentaron un grupo de 10 personas, con las que compartiría mesa, de las cuales una (que ya se sabía mi nombre, y para mi fue un detalle importante), haría de moderadora. Descubrí, que había gente de todo tipo de pensamientos. Sí, gente atea, gente muy religiosa, gente con dudas, en fin, todo un abanico de ideas, pensamientos y creencias.
Fueron pasando las semanas, y empecé a necesitar del grupo. Los miércoles, comenzaron a ser necesarios. Terapéuticos. Confluía con un grupo de gente que no había visto en mi vida, una vez por semana, un par de horas, pero los necesitaba. Veía que lo que hablábamos, no caía en saco roto. Se creaba un vínculo de afecto, de amor por el prójimo. Todo se hace desde el cariño, desde el respeto, desde el amor. Los temas, conforme las semanas pasaban, tocaban más y más adentro de mí. Y el milagro creo que obraba en los demás también. Cada vez las charlas eran más profundas, más desde el corazón.
En una de las cenas, el tema fue la Biblia, y dentro de una caja muy pequeña, enrollados había papelitos muy pequeños, cada uno debía coger, si quería, uno. El mío decía: «A SUS ANGELES TE ENCOMENDARA PARA QUE TE GUARDEN» de Lucas 4:10. Fue un momento muy emotivo. Yo, que había descuidado mi relación con Dios, y con mis seres querido. Sentí como si Dios, me soplará en el corazón. En ese momento, me dí cuenta que toda aquella gente, estaba por mí, para mí. Me estaban cuidando. Y yo por ellos, para ellos.
Se terminaron las cenas, las charlas, y solo pude dar gracias por toda aquella gente.
Porque detrás del grupo trabajan muchos, todas las semanas, desinteresadamente, solo por amor. Solo por lo reconfortante de unirse para ayudar, para amar al prójimo. Sólo pedí una cosa, que toda esa gente linda que Dios me puso en el camino, se quede en mi camino, todo el tiempo posible. Y a la vez yo en el de ellos.
Y aquí sigo, en mi segundo año, formando parte de esta familia. Escuchando nuevos testimonios, de gente, que como yo el año anterior, a lo mejor viene con desconfianza, con temor, a lo mejor solo a escuchar, o a ser escuchado; tal vez incrédulo, quizás perdido, sin rumbo, o a lo mejor con muchas cosas por enseñarnos. Porque lo bueno de Alpha, es que todos aprendemos. Del primero al último, todos estamos con el objetivo de aprender, a oír y escuchar; a ver y mirar, experimentar y sentir.
Aquí Dios se manifiesta entre nosotros, cada miércoles, cuando un grupo de personas con muchas realidades distintas, se reúnen para hablar de Él, de su obra, de su amor.
Lo lindo, lo que lo hace atractivo, lo que nos hace seguir, es el entusiasmo, que al ser mucho y de muchos, se contagia a todos, y hace de los miércoles de Alpha, algo necesario en nuestras semanas… y vidas.
Juan Pablo