El P. Julio Segurado, nos cuenta su experiencia Alpha.
«Comenzamos Alpha hace dos años y medio, en septiembre de 2014. Durante varios meses los miembros del Consejo Pastoral de la Parroquia, recién creado tras la visita pastoral del Obispo don Ramón, preparamos dos planes para dinamizar la Parroquia: uno de corresponsabilidad para invitar a implicarse a los feligreses que acuden a Misa, y otro más atrevido para los alejados… No sabíamos qué hacer con los que no les importa demasiado la vida de fe y nos interesamos por el método Alpha, que venía precedido por su fama y éxito en el mundo entero.
Los comienzos fueron duros: no manejábamos bien el método, no entendíamos del todo las claves, el lenguaje nos resultaba extraño y alejado a nuestra experiencia, pero, sin embargo, nos lanzamos a la aventura. Los meses de octubre a diciembre los dedicamos a reunirnos y trabajar los materiales, y en enero de 2015, después de una lumbre de San Antón, nos fuimos a Madrid a un curso de capacitación.
Regresamos contentos de Madrid, pero sin idea de cómo afrontar el reto… Rezamos, pedimos al Señor, y nos dejamos en sus manos. Éramos poquitos (unos 12), y esperábamos poca respuesta (otros 12 o como mucho 24 personas). Sin embargo, para nuestra sorpresa, sin saber muy bien lo que íbamos a hacer, aparecieron unas 60 personas a hacer el curso.
Nos dimos cuenta que los ritmos de Dios no son los nuestros. No sabíamos qué hacer y formamos, lo mejor que pudimos, seis grupos. Éramos bien conscientes de que no estábamos lo suficientemente capacitados, pero teníamos tanta confianza en el Señor y tanto ánimo, que continuamos… y poco a poco, sin apenas darnos cuenta, constatamos que la cosa funcionaba, que éramos capaces de dejarnos en las manos de Dios, y lo que era mejor, que Dios no falla, que Él iba por delante de nosotros.
Llegó el Día de Convivencia en el Seminario (15 de marzo 2015). Sabíamos que iba a ser algo especial, pero a la vez veíamos nuestra fragilidad y nuestra incapacidad… ¿Vendrá el Espíritu Santo? ¿Estará el Señor con nosotros, como lo estuvo con Moisés? ¿Y si no lo está? No se nos ocurría otra cosa que rezar y confiar… Imagino que así tuvo que ser el embarazo de la Virgen María.
Por si acaso, el viernes anterior al Día Alpha nos reunimos en la Iglesia e invocamos al Espíritu Santo… ¡Vaya si vino… como un huracán…! Con alegría y esperanza, pasamos la prueba del Día Alpha, y pudimos acabar el primer Curso Alpha. ¡Qué experiencia más emocionante, cuánto miedo, cuánto amor de Dios!
¿Y ahora qué -nos dijeron los que habían hecho el curso-? Ahora, nada. Esto se ha acabado, por fin… Pero ¿cómo vamos a dejar de reunirnos unas personas que hemos hecho unas amistades tan íntimas… y cómo vamos a dejar de vivir y compartir nuestra fe desde esta nueva experiencia?
Nos cogió de imprevisto
Lo cierto es que no había nada preparado… Nos cogió de imprevisto… ¿Qué hacemos? Dejamos pasar un mes, y al final se nos ocurrió volver a reunirnos para meditar el Evangelio y hacer un camino común… Llegó el verano, nos separamos, pero al comienzo del curso nos volvimos a reunir quincenalmente.
Sin embargo, dado el potencial del Curso Alpha, casi todos los que habíamos sido tocados por el Espíritu, nos pusimos a preparar el segundo Curso Alpha (2016), al que acudieron además de los 30 del equipo, más de cien personas… Este año 2017 hemos estado de equipo 42 personas y haciendo el curso más de 150 personas, algunos de ellos repetidores…
¿Qué puedo decir como Párroco de esta experiencia?
Pues, ante todo, que no puedo dejar de dar gracias al Señor por derramar su misericordia en nuestra joven comunidad y en nuestro barrio.
En estos tres cursos he sido testigo de muchas conversiones: Sé que esta palabra está en desuso, y que para algunos es ofensiva, pero ¿cómo se puede definir a una persona que estaba de espaldas a Dios y ahora dialoga a diario con Él como un amigo? ¿o cómo llamar a una persona que estaba herida, paralizada, ciega, sorda, o moribunda, y ahora está sana, camina, ve, oye y está viva?
He visto personas que vivían su fe con temor o con muchísimas dudas, y ahora andan entusiasmadas por llevar personas amigas y queridas al encuentro de Jesús.
He visto a feligreses que venían a Misa como una obligación, y que ahora vibran por reunirse con otros hermanos y alabar al Señor.
He visto personas sufriendo por heridas de la vida, que no sólo han sanado, sino que ahora ayudan a otros a sanarse.
He visto cómo se levantan líderes valientes dispuestos a seguir al Señor y a ayudar a otros a seguirlo.
He visto hombres y mujeres que, en la mitad de la vida, estaban sin ilusión ni esperanza, y que ahora son huracanes de energía, que transforman lo que tocan.
He visto una comunidad llena de dones del Espíritu, transformada por el amor de Dios, y dispuesta a servir como Cristo…
Sé que esto es sólo una visión, pero nunca creí poder ver el sueño de Dios hecho realidad, aunque sea sólo el principio…
¡Gracias, Señor! ¡Gracias, hermanos!»